Leticia Acevedo,

Psicóloga en Caminando Contigo Psicoterapia

 

La respuesta a la pregunta es claramente REALIDAD. Aunque estamos soltando viejos prejuicios y tabúes sobre la sexualidad, todavía siguen presentes unos cuantos, quizás no tanto a nivel de información o de los medios, pero sí a nivel personal, en el modo subjetivo en el que cada uno vive la sexualidad.  Sigue habiendo prejuicios culturales y sociales. En muchos círculos, el sexo sigue siendo tema tabú, se habla en bajito o con una sonrisa de vergüenza o se trata con chistes y humor.

Por nombrar unos cuantos mitos o creencias: ‘a partir de los 50 la vida sexual decae y empieza a desaparecer’, ‘la sexualidad es para los más jóvenes’, ‘se asocia el buen sexo con la juventud y la vitalidad’, ‘las relaciones sexuales como fin reproductivo, dejando de lado el placer’, ‘la menopausia es el fin de la sexualidad’, ‘si una mujer ha enviudado tiene que guardar voto de castidad’, ‘el hombre maduro que habla de sexo es un viejo verde’, ‘la única forma aceptable y satisfactoria de tener sexo es a través del coito vaginal’ (desechando otras prácticas), ‘el buen sexo solo se tiene si hay orgasmo’…, por poner unos ejemplos. ¿Sorprendid@? Pues todas estas creencias, y cuántas más hay, están en el aire o más bien están en la sociedad, en la cultura y sobretodo, y más perjudicial, en nuestras cabecitas. Porque son mitos y, como creencias limitantes que son, tienen consecuencias en nosotros y en nuestro disfrute del sexo y de la vida.

Este tipo de creencias sociales y culturales, las creencias individuales que cada uno tiene y cómo se ha vivido la sexualidad a lo largo de la vida, marcará cómo se viva en la madurescencia.

Hay varias cosas que tenemos que tener en cuenta:

  Somos seres sexuales desde el mismo momento en que nacemos. El deseo, la afectividad y la sexualidad son inherentes a las personas y finalizan con la muerte, no antes.

– En cada una de las etapas de la vida la sexualidad la expresamos de forma diferente.

La sexualidad es mucho más que coito. Es una manera de expresar afecto, de relacionarnos y de tener intimidad con nuestra pareja, nuestro compañero sexual o nosotros mismos.

El mayor órgano sexual que tenemos es nuestro cerebro. Aquello que pensamos sobre nuestros cuerpos, las relaciones y el sexo marcará cómo vivimos la sexualidad.

“La sexualidad, y en mayor medida la respuesta sexual fisiológica, dependen del estado de salud, la edad y la evolución física y psicológica de la persona. Además existen factores psicosociales, relacionales y vivenciales que la determinan y la modifican, favoreciendo o reduciendo la capacidad de adaptación de las personas”, recogido de la AEEM (Asociación Española para el Estudio de la Menopausia).

Si nos centramos en los cambios de las mujeres y los hombres a partir de los 50, vemos las particularidades de esta etapa.

Atendiendo a lo fisiológico, en la mujer desaparece la capacidad reproductora, tras la menopausia la cantidad de estrógenos y progesterona se reduce y hay cambios en la figura corporal. Se puede tardar más en conseguir la lubricación, hay menos contracciones orgásmicas y el tamaño del útero y la vagina disminuyen. En cuanto al hombre, se reducen los niveles de testosterona y la producción de espermatozoides, los testículos se hacen más pequeños y más flácidos, las erecciones son más lentas y se vuelven menos firmes y frecuentes,  y pueden surgir más problemas de próstata.

Es importante considerar las condiciones médicas que pueden darse a esta edad (enfermedades vasculares, diabetes, problemas en el sistema genitourinario, deterioro físico…), así como el consumo de medicamentos o de alcohol y que pueden incidir en la respuesta sexual. De todas formas, más allá de que la influencia directa pueda ser mayor o menor, un factor muy importante es cómo la persona siente y vive esa dificultad, y en ocasiones no es la condición médica sino el componente psicológico relacionado con la misma.

Como apuntamos, el factor psicológico es otra variable fundamental relacionada con la sexualidad. El momento vital en el que uno se encuentra, el grado de satisfacción o no con la propia vida, las preocupaciones, el manejo del paso del tiempo y la adaptación a los cambios que van teniendo lugar, entre otros, inciden de forma directa sobre la capacidad de disfrute de la vida en general. Y relacionado con ello, está el aspecto social y la red de relaciones ya sea con la pareja (la comunicación o la intimidad que hay en la pareja), los hijos, los padres, los amigos, los compañeros de trabajo, si la persona se siente satisfecha con su entorno, acogida y querida…

Aunque el interés sexual disminuye a lo largo de la vida, la edad y los cambios físicos que conlleva no es ni mucho menos la única causa, ni la más importante, que afecta al deseo sexual. No podemos olvidarnos de que las personas somos un todo y de que los factores de salud, sociales y psicológicos, y el cómo vivamos las dificultades y contratiempos, así como las cosas buenas de la vida, influyen en la satisfacción personal, de disfrute y goce de la vida en general, y de la sexualidad en particular. 

Para finalizar, sólo recordar que en la madurescencia se puede seguir probando, aprendiendo y por supuesto ¡DISFRUTANDO! de la sexualidad.

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