Por Consuvisa
Hoy he ido a hacer la compra al supermercado, a ese supermercado donde me han estado sangrando constantemente, donde me engañan con esas ofertas (en realidad micro estafas engañosas) Es viernes por la tarde, después de una jornada laboral de más de diez horas. Lleno ese carro imposible de manejar, que siempre tiene una inexplicable tendencia diagonal hacia las estanterías, en un intento persistente de desviarme de mi lista de la compra y estrellarme contra espacios repletos de productos que seguramente no llevo en mi lista. Es la compra semanal y tengo la despensa vacía.
Entre todos los productos cotidianos cojo una cajita de vaselina y al echarla al carro se cae por uno de los agujeros, me agacho, la recojo y la pongo en una de las bosas que llevo (estoy comprometida con el medio ambiente y no quiero bolsas de plástico contaminantes ¡en el supermercado te las cobran como si así contaminaran menos¡)
Continúo adquiriendo los productos de mi lista tras un constante ir y volver, (han cambiado los lineales de productos y no hay manera de encontrar nada). En algunos momentos hasta trepo por lo lineales para conseguir una caja de palillos. Veo multitud de productos que indican “receta mejorada”. Y por más que lo intento, lo único que consigo es detectar que les han cambiado el color del paquete. NO HAY FORMA DE LEER LA COMPOSICIÓN ni siguiera con las gafas. ¿Me fío???…. Eso es otro capítulo.
Después de esperar en los mostradores de producto fresco a que un consumidor tras otro decida si quiere la merluza abierta, en libro o no…mejor a taquitos o “tampoco….casi pónmela en rodajas, que es como siempre la hacía mi madre….” Consigo unos trozos de pescado mal calculado, y me voy a las cajas, que están en el otro extremo del local. Llevo los tacones clavados en los riñones, tengo calambres en los dedos de los pies y me duele la cabeza. ¡Por fin Viernes!!!!!
Mientras espero mi turno en la caja, abstraída, me doy cuenta de lo que me está produciendo ese maldito dolor de cabeza. Dicen que nuestros oídos no deben soportar más de 65 dB. Y yo calculo que aquí entre la música, las conversaciones, las cajas registradoras, los gritos de los niños…SON MÁS DE 200 DECIBÉLIOS ¡estoy segura!. Ahora viene el stress: ¡MI TURNO¡ coloco todos los productos en la cinta, viendo como empieza la competición entre la cajera y yo. Ella arrastra uno tras otro todos los artículos de la cinta a una velocidad que no puedo coordinar con vaciar el carro, pasar por el arco y comenzar a llenar las bosas, tan monas, de rafia reciclables. ¡La odio!. Ya llevo cinco bolsas grandes llenas. Aun quedan algunos productos en la cinta, abro la sexta bolsa y veo la caja de vaselina. Cuando hago el ademán de cogerla con la idea de separar el carro, darle la vuelta alrededor y meterme en el pasillo apretujándome hasta el esternón, para poner la vaselina en la cinta y que que la cobren, la cajera me arrolla con un canto fulminante: “son 298,45 euros…”…¡PERO, POR DIOS¡ ¿QUÉ HE ROTO? Sin mediar palabra ni pensamiento, olvido lo que estaba haciendo y, viendo la cara de mala leche que se le pone a un señor que me sigue en la cola, y que necesita que yo pague para poder acceder a su turno, suelto lo que tengo entre manos, que ya ni me acuerdo de que es, y me dispongo a coger la cartera y sacar la VISA, cual pistolero del Oeste Americano…..
….Pero, entonces, siento un aliento en mi oreja izquierda, una presencia pegada a mí que me susurra “Señora”…saque la cajita que se ha guardado en el bolso y páguela a la cajera. Se me ha helado la sangre, por el rabillo del ojo veo un chaval que parece un armario de cuatro cuerpos con un pinganillo en la oreja. Pero…. ¿De dónde ha salido?…¡Que se abra la tierra y me trague¡…por favor, por favor…. No puedo soportar la sensación de mi cuerpo en ese momento. Noto cómo cambia mi aspecto del blanco al rojo. Me arden las orejas.
La cajera me extiende el ticket que parece un rollo de papel higiénico desplegado, la tarjeta y no sé qué puntos para unas sartenes. Saco la vaselina del bolso, la tiro hacia la cinta transportadora, como si tuviera corriente, y le devuelvo la tarjeta a la cajera. Oigo un ¡NO¡ que sale del personaje de seguridad ¡PAGUELO EN EFECTIVO¡…rebusco en el monedero saco un euro y lo tiro en la cinta también. Y salgo huyendo, veloz, no puedo más, y encima, siento vergüenza. Cuando lucho en plena pelea con el carro que ahora, cargado, desvía aun más su trayectoria, siento que el fortachón me agarra por el brazo…Ufffff…¡Señora su vuelta¡ me pone en la mano otro ticket y un céntimo. Ya he pasado al nivel de ¡¡ME QUIERO MORIR!!
El armario de cuatro cuerpos se pone a mi altura y me va acompañando hacia la salida.
– Es usted una buena clienta de este establecimiento, por esta vez pase, y que conste que no he querido hacer ruido…
No tengo voz, no tengo palabras, no soy capaz de contestar ni de levantar la vista…me dirijo al parking…ENFADADA, MUY ENFADADA con los banqueros, los políticos, las sanciones, multas, impuestos, muy enfadada con los estafadores, los ladrones, las compañías de seguros, gas, luz…CON LA HUMANIDAD ENTERA…pero con quien estoy más enfada es CONMIGO MISMA.
¡Qué vergüenza¡ ¡Qué bochorno¡…por 0,99 céntimos y ¡cómo me han tratado¡ ¿Cómo he podido estar tan tonta para hacer una cosa así? El dolor de los pies me llega a la nuca, estoy descargando el carro en el maletero del coche. Llevo dos horas y media en este maldito lugar y aún tengo que llegar a casa, descargar el coche y colocar la compra. Los carros están en el otro extremo del parking, voy caminando hacia el rincón y encuentro un carro en medio, sólo, empujo mi carro con una fuerza bruta que no sé de dónde me ha salido y con un gran estruendo lo encajo en el carro inclusero. Cojo mi euro y una voz, que no parece la mía, sale de mi cuerpo gritando…¡HOY HE DECIDIDO HACERME DELINCUENTE¡¡