Por Leticia Acevedo,
Psicóloga en Caminando Contigo Psicoterapia
Trabajo, trabajo y más trabajo. Pasan los años y casi sin darte cuenta la jubilación está en el horizonte. La vida laboral, como todo ciclo, tiene un inicio y un final. Ya sea porque ha llegado el momento o porque te planteas jubilarte, es algo por lo que todo trabajador pasa. Adaptarse a la jubilación no siempre es fácil y conlleva un proceso.
Después de décadas de trabajo, también uno está cansado de madrugar, trabajar día tras día, resolver conflictos laborales, lidiar con el jefe… O quizás, aunque cansado, quiere seguir trabajando. ¿Qué pasa cuando se ve de cerca la jubilación?, ¿qué hay después? Hay quienes desean que llegue ese momento mientras que otros lo temen o se sienten perdidos ante esta nueva etapa de su vida.
¿Qué es la jubilación y cómo te puedes sentir?
Jubilarse es dejar de tener un trabajo remunerado. Y dejar de trabajar trae consigo cambios en numerosos aspectos de la vida: las obligaciones del día a día, las relaciones personales, todo el tiempo disponible, el reencuentro con la pareja, además de los sentimientos y emociones asociados.
Hay factores relacionados en cómo se vive la jubilación: cómo la persona se va adaptando a las diferentes etapas de su vida, cuánto tiempo le dedica al trabajo, qué valor le da a trabajar, si se siente identificado con ese ser trabajador, las relaciones y el ocio que tenga fuera, si es jubilación elegida o forzosa … son variables que pueden predecir una mejor o peor adaptación a este gran cambio.
La jubilación requiere una adaptación progresiva. En los primeros momentos, con la jubilación en el horizonte y todavía en activo, uno se imaginará cómo será (o cómo cree que será). Habrá sentimientos más optimistas o más negativos, quizás ambivalentes. Cuando la jubilación sea un hecho se puede vivir de diferentes maneras: como una etapa más, con sentimientos de euforia ante el fin de las obligaciones laborales o sintiendo de alguna manera que es el final de su vida útil.
Poco a poco, uno va viendo cómo es su realidad y cómo eso que se había imaginado seguramente sea diferente, ni mejor ni peor. Para después ir acomodándose a su nueva situación.
Numerosos estudios señalan que jubilarse produce un fuerte impacto emocional y psicológico. Conlleva momentos de incertidumbre, estrés ante al cambio de hábitos y en ocasiones síntomas depresivos como tristeza o apatía. Para algunas personas jubilarse puede llevar a una ‘crisis’ ante la dificultad de aceptar los cambios que van teniendo lugar con el paso de los años, como comentaba en el artículo Madurescencia: Luchas y Oportunidades.
Además vivimos en una sociedad que da mucho valor a la producción, parece que quien no produce no existe. No es extraño que aparezcan sentimientos de inutilidad. Sin embargo, uno tiene que preguntarse ¿de qué me quiero jubilar y de qué no?
Toca vivir sin reloj, o con el reloj de otra manera. A partir de ahora hay tiempo, y mucho. Cada persona tendrá que ver qué hace con ese tiempo, cómo lo llena y cómo maneja los momentos vacíos. Es una etapa que, como todas, tiene pérdidas y tiene ganancias.
¿Cómo afrontar la jubilación de una forma sana?
– Hay que mentalizarse poco a poco, incluso antes de que llegue. Reflexionar lo que para uno es envejecer y cumplir años y hablar de cómo uno se siente ante los cambios de esta nueva etapa. Evitar pensar y hablar del tema no hace que desaparezca, y el golpe de realidad siempre va a ser mayor.
– ¿Qué quieres hacer en esta nueva etapa?, ¿En qué quieres emplear el tiempo libre? Se puede aprovechar para hacer aquello que quisiste hacer y dejaste de lado o buscar nuevas aficiones. Es importante tener proyectos personales.
– Seguir una rutina y mantenerse activo: tareas cotidianas, relaciones personales, seguir compartiendo momentos con antiguos compañeros del trabajo, actividades de ocio, algún deporte (desde bicicleta a caminar, lo que a uno le guste). ¡Hay que mantener activa la mente y el cuerpo!
– Saber que es probable que haya momentos bajos, con sentimientos de tristeza o apatía, que no tienen por qué ser permanentes, pero que muy seguramente aparecerán. Hay que elaborar la pérdida.
– Disfruta de la “no prisa”. Esta vida más calmada tiene beneficios para la salud.
– Te puedes mantener activo en tu campo de otra manera, con colaboraciones, manteniéndote al día de lo que sucede en tu sector profesional…
– Aprovecha los beneficios de esta edad (viajes, descuentos…), además de la experiencia y la sabiduría que dan los años.
Es importante pensar cómo quieres vivir esta etapa, sabiendo que en gran medida cómo se afronta y qué se hace en ella, depende de uno mismo. Al fin y al cabo es jubilarse del trabajo (remunerado) y no de la vida.
Buenas Leticia,
Me gustó ver una nueva entrada en este blog, ya que os estoy siguiendo recientemente, y claro el tono no lo comparto personalmente, por decirlo de forma directa como dijo Michelle Pfeiffer: «Nunca me retiraré por voluntad propia» Qué artista, jejejejeje, salvando las distancias y haciendo una traducción literal de «retirarse.» Sí sí, hay muchas personas que están en esa línea de la jubilación y tengo compañeros y amigos que se han jubilado o lo van a hacer pronto y lo respeto porque son situaciones complejas las de cada persona y es un derecho laboral que costó mucho conseguir. ¿Por qué la jubilación? ¿por estar cansados? ¿por qué no seguir aprendiendo?
Hola Nicolás,
El tema del artículo, la jubilación, es una realidad en la que están, y estarán muchos madurescentes. Es una nueva etapa y trae consigo muchos cambios.
También está la opción, como bien dices, de seguir trabajando. Si te gusta tu trabajo y tu profesión, ¿por qué no continuar?
Creo que la jubilación en ocasiones es opcional, y en otras está impuesta por la empresa o el sector en el que se trabaja.