Habían transcurrido varias semanas desde la recogida de mi cosecha de marihuana. Descolgué los cucuruchos de papel de periódico del tendedero. Con cuidado fui poniendo todos los ramilletes juntos y comencé a buscar recetas en internet.
Al parecer, la marihuana en alimentos es más difícil de controlar que fumada, el efecto no es inmediato y cuando se disuelve en la sangre a través de la digestión en más duradero y tiene más riesgos.
Por esas fechas, al igual que cuando alguien tiene un embarazo, cáncer, pierna rota o se ha comprado unos zapatos amarillos…te encuentras con un montón de personas que están como tú; pues bien comencé a oír noticias de unos chavales intoxicados por comer bizcocho de marihuana, que si una mujer se había muerto por algo similar…¡y yo preparando mi receta de galletas de mantequilla con marihuana!
Hice una buena hornada, fui prudente y apenas le puse un poco espolvoreada. Llené una lata y la llevé a la oficina, todos se las llevaron a su casa, entre una y cuatro galletas. Las risas globales, todos querían delinquir, pasar la raya…yo me sentía eufórica.
En los días siguientes, me fueron dando cuenta del resultado…. Que si estaban buenas las galletas, que si les faltaba azúcar, que si no sabían a marihuana, que si no nos provocaron ninguna alteración, que si tienes que repetir porque no nos hemos enterado, pero si nos hemos reído y mucho. Y al final….que si vaya delincuente de pacotilla….
Puse más empeño y preparé otra hornada, pero esta vez le aumenté la dosis e invité a mis amigos a merendar en casa.
Las risas comenzaron desde la invitación, todos expectantes, divertidos. Charlamos y reímos mucho ese día, no sé si por las galletas, o porque cada vez que nos juntamos nos lo pasamos traca. Pero el caso es que el encuentro funcionó. Yo, después de comer la tercera me sentí con risa floja, ….y con un vacío en el estómago que no me gustó nada pero en fin, lo resolví cenando poco después.
Cuando todos se fueron, recogí mi cosecha y la guardé para la próxima tanda, que sería para mi familia. El día que vinieron a comer, no hice galletas, no me apeteció. Pero las risas sobre mi delitollenaron la mesa y la sobremesa en la que mi hermano y mi sobrino me dijeron: “pues si no la vas a utilizar, nos la das que daremos buena cuenta de ella”. Yo, orgullosa, me fui a la cocina y aparecí con la lata de galletas donde tenía todo mi alijo. Mi hermano y sobrino se quedaron un poco sorprendidos al ver una lata tan pequeña, y cuando la abrieron sus carcajadas fueron sonoras y divertidas…
- ¿Pero, qué has hecho?…¿Que es este picadillo de hojas?
- Las pasé por la thermomix- contesté un poco avergonzada- para que me cupiera en la caja…..
Se empezaron a reIr sin parar, y me contaron que tendría que haber dejado las flores enteras. A día de hoy, sigo sin saber exactamente que es lo que tendría que haber hecho para tener un verdadero cultivo de marihuana, pero…. He disfrutado mucho, he traspasado los limites de mis leyes interiores y he compartido con todos mis seres queridos una divertida aventura de protesta.
Aunque no tengo madera de delincuente…pienso que me he reÍdo un poco de la sociedad y de sus malas caras, de las trampas diarias de la vida. He vuelto a aprender que ser positivo y tener sentido del humor nos ayuda en este tránsito de nuestros días, que a veces, no tiene más sentido que el que marca la razón de reir y disfrutar.