Por Iñigo Garcés

El pasado tres de Agosto murió Ángel Nieto, el que trajo el motociclismo deportivo a nuestros televisores, el 12+1, el comentarista deportivo cuya voz nos era ya familiar a los que seguimos viendo por televisión las carreras de motos. En estos días hemos tenido ocasión de leer, escuchar y ver muchos aspectos y anécdotas de su vida. La vida de un zamorano, emigrado de niño, con su familia a Vallecas, donde se crió, y que decidió irse a Barcelona, pues allí se meneaba más el mundo de la moto.

Muchas anécdotas, pero hay dos que, al menos yo, no he oído en estos días. La primera era que, cuando empezaba, se ataba con correas a una moto parada y permanecía sobre ella horas y horas. Con este método tan primitivo de entrenamiento llegó a conseguir un acoplamiento perfecto con las motos de entonces –de carenado muy elemental- que está en la base de muchos de sus triunfos iniciales. De la segunda anécdota, me enteré cuando ya se había retirado y comenzaba como comentarista. Al principio, iba de  circuito en circuito pilotando una gran Harley Davidson (otros le llevaban el equipaje). Era una cultura motera totalmente distinta de la de los circuitos, especialmente para él que había corrido en motos pequeñas. Era otra forma de disfrutar la moto, sin competitividad, y a él la moto le encantaba de cualquier forma. De pronto un día decidió dejar la Harley e ir en coche o furgoneta, después en “motor home”. Dijo  en una entrevista que se había dado cuenta que andar en moto por carretera era más peligroso que correr en un circuito. Y lo dejó. Por prudencia.

Pues, como sabemos, el 12+1 veces campeón mundial, que tantas veces había cabalgado sobre motos pequeñas – tacitas de café, decían – a más de 200 km/hora, murió por un desafortunado accidente en una rotonda pilotando… un quad. Por su parte, Antonio Bienvenida, el torero, murió el 7 de octubre de 1975 en un tentadero. Al maestro que había matado miles de toros y que se había retirado hacía solo un año, tenía cincuenta y dos, por prudencia, lo mató… una vaquilla. Una vaquilla a la que ya se había “dado puerta” pero que se revolvió y al galope lo arrolló desprevenido. Pues sí. Hay que ser prudentes, hay que estar siempre preparados para lo que se hace, hay que saber retirarse a tiempo. Pero el azar es más fuerte que nosotros, nuestra prudencia y nuestras previsiones.

Prudencia, sí. Miedo, no, porque no sirve de nada.

Y mientras el azar actúa cada día, ¡A VIVIR!

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